domingo, 13 de noviembre de 2011

Cuento literario "El viejecito"


Nadie se explicaba cómo podía, con esa magnífica presencia física, tener tantos años. Pero, es que, además su estado mental corría de forma paralela con aquella. Poseedor de una gran memoria, recordaba a personas o cosas, aunque hubiesen pasado 50 años con rapidez y claridad. Su inteligencia para todo era digna de asombro.

¡Qué prodigio físico! Con su fuerte y ancha musculatura de inagotables energías siempre en actividad constante.

Su jovial alegría, sus ganas de vivir, todavía más, pues hemos de informar que Ramón acababa de cumplir ¡125 años! Congregándose alrededor de tan extraño caso, multitud de seres, algunos más jóvenes y ya con deplorable estado, con mayor envejecimiento o decrepitud.

Algunos con 90 años y una con 100 pero el desgasta de esta viejecita físico y mental era patente, pues parecía una momia y mientras Ramón jugaba incansable, corriendo y saltando todo el día. El no lo hacía para provocar la envidia de esos otros más jóvenes ancianos sino porque su incansable vitalidad se lo exigía.

Conservaba también una vista no menguada por la edad. Divisaba por ejemplo a un niño a tres kilómetros, una pelota a dos, una cesta con uvas a uno, etc.

Por todo ello, su salud actual era tan excelente y envidiable ¡fíjense! Y ya con 125 años.

¿Y comer? – pues todo lo que le echaran y más. Su apetito voraz como cuando tenía 20 años, era realmente extraordinario. La dentadura intacta y bebía mucha agua, litros y litros al día. El vino, la cerveza y otras bebidas jamás las probó y en cuanto al tabaco fracasaron hasta unos traviesos niños a los que recordaba aún perfectamente.

Tendría Ramón unos 80 años y estos atrevidos críos, aprovechando que dormía la siesta, debajo de un árbol, se acercaron maliciosos y le pusieron un cigarrillo encendido en la boca, él se incorporó ágilmente y lo escupió muy enfadado, alejándose con la amenaza de darles un trompazo.

Es decir que jamás se prestó o adquirió vicios negativos. Con recato y respeto a ustedes, también debemos referirnos a su vida sexual. Es un proceso natural de la Humanidad y no sería correcto marginarlo por razones morales o erróneos conceptos. Es el erotismo un hecho real y ancestral tan lógico además de necesario. Sobre todo para Ramón al cual siempre se le había considerado muy inclinado a la procreación. Las hembras eran por tanto su meta principal aunque, muy inestable con ellas. Nunca quiso relaciones duraderas y serias. No se casó formalmente con ninguna, o sea las quería, dejándolas como recuerdo a veces, algún hijo o varios y enseguida a buscar a otras, siempre con notable éxito. Debemos puntualizar que, para estos encuentros íntimos buscaba y conseguía a las más jóvenes. Con cierta dificultad, en algunos, pocos casos, pues las mayores de cuarenta años le parecían algo viejas para él. Aspecto este que superaba por su gran personalidad y dotes amorosas.

Como Ramón nunca aparentó esa edad suya ni sufrió las consecuencias de una decadencia lamentable, ellas le aceptaban muy gustosas y hasta honradas de su ardiente compañía pues, aunque viejo en edad, era todavía muy joven y macho para esas relaciones o cosas.

Este humilde narrador de tan increíble pero verídica historia fue invitado a conocer recientemente a este prodigio de la naturaleza, de una forma más cercana y afectiva.

Y así lo hice amigo, quedando verdaderamente asombrado de la vida y los hechos memorables de Ramón, el gran elefante de la Reserva por mí visitada.




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