Elegía II
¡dos, cinco, cinco, tres,
tres, dos , siete!
hoy no puedo, madre, esos
números pulsar.
No estás, como antes, detrás
de ellos
para contestar otra vez, tu
voz querida;
me sobran, desde entonces,
los teléfonos
y se agitan los recuerdos de
… “¡hijo, hola!”
¿vas a venir? ¡claro, te
espero! ¡qué alegría!
Yo deseo usar ondas más
extensas,
capaces de alcanzar tu
paradero,
amplio sonido emitir, con
insistencia,
al que tu eco lejano, me
responda.
¡no debe, no puede ser
posible
tanto, sin remedio, así
acabado!
Cuando veo, en la calle, a
mucha gente,
desde esos locutorios, feliz
hablando
¡por cifras que no han muerto
en las cabinas!
los ojos, he de cerrar de
tanta pena
y raudos surgen, en colores
diferentes,
del cerebro al corazón, de
sien a sien,
como en su cúspide
erigiéndome,
los, casi mágicos, guarismos
heredados.
De nuevo se estructuran,
restos demolidos
de una mente y un cuerpo
suplicantes,
núcleos, partículas, miembros
antes escindidos,
conforman el sólido volumen
necesario
y vuelve a su ser el humano robot
que no se rinde,
sordo, pese a recibir hace
dos años,
la noticia que dio el aire de
tu muerte.
Terco regresa, con su cuerda
sin límite,
espirales tensando en su
pecho fuerte
otra vez, el mecánico
artificio golpeando,
con bruscos temblores de
grotesco juguete
pero, con dedos de amor y de
hierro desgastado ….
¡dos, cinco, cinco, tres,
tres, dos , siete!
Aranjuez
-Junio 1992-
Pocas veces unos números dicen tanto.
ResponderEliminarNúmeros que hablan de un recuerdo, de una añoranza del ser querido, de la añoranza de una madre amada.