miércoles, 2 de noviembre de 2011

Cuento literario "Mala suerte"


Hoy día 2 de noviembre inicio este blog en nombre de mi padre, el protagonista de la página www.jiménez-pajarero.com a la que también está vinculado. El objetivo principal era reunir sus obras para el disfrute de todo el que se acercara a la página y así las hemos ido insertando a la vez que le rendíamos homenaje como artista.
Sin embargo, otra de sus facetas era la literaria y a través de este blog tengo la intención de compartir sus diversos escritos como cuentos, diálogos sorprendentes o poemas en tanto se cumple un deseo que nos expresara en vida ...... la publicación de su libro de poesía "Versos entre tinieblas".
Uno de los rasgos que destacaba en su carácter era el humor. Sí, pero un humor con ironía, con el fin de despertar una sonrisa sin herir al interlocutor.
Empezamos con:

¡MALA SUERTE!

Estaba más bien contento, por lo menos había despejado una duda, el motivo era que, repasando el gran calendario obsequio de un Banco en enero y, por cerciorarse, señalando los días de cobro de su pensión si caían o no en sábados o festivos, más los días de Semana Santa, hojeaba y repasaba a la vez el Santoral. De pronto leyó - 22 de abril - San Parmenio - por fín sabía al cabo de 65 años, qué día era el de su Santo.
Nunca sus padres, ni abuelos, ni nadie de la familia se lo habían dicho, posiblemente porque ni lo conocían. Debieron ponerle tan extraño nombre por haberlo oído, siendo muy difícil esto o, por llevarlo también para su desgracia, algún buen y resignado vecino del pueblo.
No obstante ahora, en la actualidad, la gente le informó que se podían cambiar los nombres oficialmente pero, por no meterse en gestiones y papeleos nunca lo intentó. Y eso que no le gustó jamás llamarse así. Incluso podía ser en estos tiempos el único Parmenio del país, ya que no supo ni encontró a nadie con semejante nombre. Tal vez- pensaba a veces, casi en broma - este nombrecito fue el causante de que me quedase soltero para toda la vida. Y lo comprendía, las mujeres en general tenían mejor gusto, pese a que algunas por excepción y más decididas se habían unido en matrimonio a hombres llamados Hermógenes, Desiderios o Agripinos pero claro, es que Parmenio era demasiado. Se trataba del más horroroso de los nombres y para comprobarlo siguió leyendo en el documentado calendario: Estanislao, Heliodoro, Secundino, nada - pensó, dejando de leer, nada ni nadie como el mío ¿Quién habría sido además ese Santo? ¿Griego, romano, ibero? No podía saberlo, el origen, desde luego en remotos tiempos, resultaba un imposible para él y sus escasos medios. De momento tendría que conformarse son saber ¡algo es algo! que el 22 de abril citado y próximo podría, si tenía humor festejarlo un poco, aunque más bien se trataba de un día para lamentarlo y por ser tan sentido él, hasta derramar alguna lágrima. ¿Cómo he podido vivir tantos años llamándome así? Será que a veces, gracias a Dios, lo he olvidado un poco. ¿Por qué no se les ocurriría a mis padres que, de todas formas en gloria estén, ponerme José, Ramón o Felipe, nombres no por muy abundantes menos agradables. Incluso Félix, Ricardo o Javier, en honor a la verdad - reflexionaba Parmenio aquella tarde - que otros de bonitos tampoco tienen mucho: Tiburcio, Pancracio, Ameliano, pero no llegan a la espantosa realidad del mío. Y los hubiese preferido. Para consolarse un poco, también pensó, que en el caso de las mujeres, había cierta variedad asimismo de nombres bastante desafortunados, por ejemplo: Sisebuta, Petronila, Aganastasia, sí, evidente, tampoco estos eran "moco de pavo". Una pareja siguió pensando - formada por una Abundia y un Parmenio, estaría condenada al fracaso social ¡qué diferencia a casarse llamándose Rita y Luis ¡qué bien sonaban tan cortos, dulces y elegantes! Pero hay padres que comenten con sus hijos esos errores que los acomplejan ya para siempre. De ahí los oportunos diminutivos que exigen las mujeres en sus nombres raros: Sisebuta ¡Pues ni hablar, a llamarla Sise, Aganastasia ¡no, no! Aga y se acabó.Como Petronila tampoco ¡Petri! Ellas demostrando que solucionaban el mal gusto de los padres mejor y más acertadas que los hombres, más dados a llevar la carga del grotesco nombre con la totalidad de sus increíbles sílabas. Al que se llamaba Heliodoro, no le decían Heli, ni a Estanislao: Esta. Somos más sufridos, más resignados - filosofaba - Parmenio. Apechugamos siempre con el peso y consecuencias de tales "gracias" ¿Cuál es su gracia señor? Pues ... pues ... Parmenio.
Eso sí, ahora me siento más contento por un nuevo caso que estoy viviendo, un conocido me saluda como él cree que me llamo y es Miguel. ¡Hola Miguel! - me dice y yo siento una extraña alegría interior muy grande y por supuesto nunca se me ocurrrirá corregirle ¡qué va, jamás lo haré! Y además procuro encontrarme con él en el parque más a menudo, para así gozar como de un descanso en mi vergüenza, como un oasis en mi desierto. Cuando este señor tan despistado me dice ¡Que siga Ud bien Miguel! Siento luego una especia de pena, de desencanto final porque, el sueño dura solo unos instantes y he de volver después a la cruda, a la triste realidad.

Y esta es, la de saberme unido al rebuscado, áspero, retorcido y cómico nombre de ...

¡PARMENIO!




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