Nuevo arcabuz del siglo veinte,
tres hombres, tres sonrisas disparadas,
tres aurigas, en el carro de los dioses.
Cededme un sitio, a vuestro lado quiero
caminar también, por las estrellas
¡he de decirles tantas cosas!
No os extrañéis científicos jinetes,
pero ahí, en ese electrónico centauro,
en su acerado vientre, falta un poeta.
Dejad, buzos del Cosmos, que el retorno
a la fétida manzana en el vacío,
al orgulloso planeta, del que somos,
pueda revelarle su grotesca pequeñez.
Que la India, Brasil y Norteamérica,
eran tan solo, un dedo de mi mano
y una uña bastaba para eclipsar a Europa,
que el Himalaya parecía ... una lenteja blanca,
y en vez de océanos, veíamos tres gotas
ni siquiera ... de bellos azulados tonos.
Vosotros, cuidad esos botones y palancas
dirigid, esos mil metálicos cerebros ...
mientras, yo dedicaré a las galaxias un poema,
con sinceros versos de amor y desagravio;
con la vergüenza de una historia ensangrentada,
por nuestros odios, ambición, venganzas crueles ...
No deseo os ofendáis super humanos ...
¡mas, mi honda pena, los astros deben conocer!